Escuchar el tema instrumental de “En un lugar” de la banda española “Mago de Oz” que empieza con el más puro estilo de una gesta caballeresca, siempre me remonta a creerme un caballero medieval camino a Jerusalén (sí, así de ridículo es el creador de este blog).
Podríamos considerar como una de las primeras grandes matanzas en nombre de Dios a las cruzadas en la edad media (siglos XI, XII y XII) que fueron una exquisita oportunidad para que los ricos señores feudales europeos expandieras sus dominios a las tierras del lejano oriente (pues la propiedad de la tierra fértil era la principal fuente de riqueza en aquél modelo económico), y se adueñaran del comercio en la floreciente Asía. Estos ricos señores, sin embargo, requerían de una excusa para invadir y apropiarse de lo que no les correspondía.
La Santa Iglesia Católica no les falló a estos reyes y caballeros feudales y propuso el creciente dominio Turco Selyúcida y Sarraceno en las tierras consideradas como santas por la religión católica, como la mejor excusa para matar e invadir. Y es que la Iglesia Católica nunca falla patrocinando estas nobles causas, sino pregunten por Mussolini, el silencio de la iglesia ante el holocausto y los pactos de Letran de 1929.
Podríamos también considerar la conquista del Perú (y por qué no de América) por los españoles como otra de las grandes perlas realizadas en nombre del todopoderoso, pues toda la presencia española por estas tierras, en las que los “chapetones” se enriquecieron esclavizando y torturando a miles de indígenas y esclavos, se basó en la consigna de difundir entre los salvajes nativos la fe cristiana.
Ojo que lo que menos pretendo es considerar a unos buenos e indefensos y a otros malos e innobles. De hecho debo reconocer que aquellos terribles actos fueron cometidos en siglos de barbarie, en donde poco o nada valían los derechos básicos más elementales que acompañan a todo ser vivo de este planeta. Estos horrendo hechos solo pueden ser analizados remontándonos siglos atrás y no bajo la actual perspectiva que estoy seguro usted lector(a) conmigo comparte.
Para suavizar el tema con España (País al que en el anterior artículo agradezco la inmensa ayuda aportada tras el terremoto del 15 de agosto último) debo reconocer que la presencia española en el Perú ha sido, que duda cabe, fundamental para constituir nuestra mestiza identidad producto de la fusión de lo andino con lo occidental. Desafortunadamente, aquellos conquistadores españoles dejaron una ¿tradición? violenta, asquienta y retrógrada que emulando las luchas romanas intenta perpetuarse hoy en día en nuestro país: Las Corridas de Toros.
Hoy, domingo 28 de octubre de 2007, en nombre de Dios (y del Señor de los Milagros) se ha iniciado otra cruel matanza en Lima.
Hoy domingo no serán los hombres los asesinados en nombre de la fe sino toros de lidia como les llaman. Honestamente amaría que fueran los toreros los torturados, ejecutados y descuartizados pero mis malos deseos lastimosamente casi nunca se cumplen.
Los repugnantes círculos de poder de este país (que gozan viendo padecer penurias a los animales en nombre de Dios y del “arte” taurino) tienen el poder suficiente para hacer pasar estas matanzas como espectáculos culturales y no pagar impuestos al Estado. Tienen los recursos necesarios para pagar publicidad en espacios radiales y televisivos promocionando su violento espectáculo en donde la gente acude morbosa a ver torturas y violencias innecesarias en contra de animales asustados que solo salen a defenderse.
En contra de ellos, es poco o nada lo que un estudiante de derecho, amante de los animales y de escribir puede hacer. Muy probablemente es poco lo que usted amigo lector(a) puede hacer también. Solamente no guarde su melodiosa voz de protesta la próxima vez que escuche a algún despreciable intentar justificar esta barbarie. No se calle ni les permita balbucear medievales frases que exhortan la violencia y la agresividad (pues recuerde que esos “valientes” se valen de mil torturas previas para poder enfrentar en grupo a un pobre animal que no quiere estar ahí).
Cachetéelos con la planta del pie, si escucha a estas bestias intentar justificar sus matanzas apelando a sus hábitos alimenticios, pues a diferencia de ellos usted no mete un pollo vivo a la licuadora para preparar un ají de gallina (mucho menos disfruta y grita como un baboso(a) “Ole” cada vez que la cuchilla de la licuadora da vuelta).
Por último, pida a su Dios (que es el mismo independientemente de la religión que uno profese) que tome cartas en el asunto y retire su nombre de estos festivales sangrientos que tan mala publicidad le hacen en la tierra. De hecho, el Dios católico conmigo ya esta perdiendo un fan.
Podríamos considerar como una de las primeras grandes matanzas en nombre de Dios a las cruzadas en la edad media (siglos XI, XII y XII) que fueron una exquisita oportunidad para que los ricos señores feudales europeos expandieras sus dominios a las tierras del lejano oriente (pues la propiedad de la tierra fértil era la principal fuente de riqueza en aquél modelo económico), y se adueñaran del comercio en la floreciente Asía. Estos ricos señores, sin embargo, requerían de una excusa para invadir y apropiarse de lo que no les correspondía.
La Santa Iglesia Católica no les falló a estos reyes y caballeros feudales y propuso el creciente dominio Turco Selyúcida y Sarraceno en las tierras consideradas como santas por la religión católica, como la mejor excusa para matar e invadir. Y es que la Iglesia Católica nunca falla patrocinando estas nobles causas, sino pregunten por Mussolini, el silencio de la iglesia ante el holocausto y los pactos de Letran de 1929.
Podríamos también considerar la conquista del Perú (y por qué no de América) por los españoles como otra de las grandes perlas realizadas en nombre del todopoderoso, pues toda la presencia española por estas tierras, en las que los “chapetones” se enriquecieron esclavizando y torturando a miles de indígenas y esclavos, se basó en la consigna de difundir entre los salvajes nativos la fe cristiana.
Ojo que lo que menos pretendo es considerar a unos buenos e indefensos y a otros malos e innobles. De hecho debo reconocer que aquellos terribles actos fueron cometidos en siglos de barbarie, en donde poco o nada valían los derechos básicos más elementales que acompañan a todo ser vivo de este planeta. Estos horrendo hechos solo pueden ser analizados remontándonos siglos atrás y no bajo la actual perspectiva que estoy seguro usted lector(a) conmigo comparte.
Para suavizar el tema con España (País al que en el anterior artículo agradezco la inmensa ayuda aportada tras el terremoto del 15 de agosto último) debo reconocer que la presencia española en el Perú ha sido, que duda cabe, fundamental para constituir nuestra mestiza identidad producto de la fusión de lo andino con lo occidental. Desafortunadamente, aquellos conquistadores españoles dejaron una ¿tradición? violenta, asquienta y retrógrada que emulando las luchas romanas intenta perpetuarse hoy en día en nuestro país: Las Corridas de Toros.
Hoy, domingo 28 de octubre de 2007, en nombre de Dios (y del Señor de los Milagros) se ha iniciado otra cruel matanza en Lima.
Hoy domingo no serán los hombres los asesinados en nombre de la fe sino toros de lidia como les llaman. Honestamente amaría que fueran los toreros los torturados, ejecutados y descuartizados pero mis malos deseos lastimosamente casi nunca se cumplen.
Los repugnantes círculos de poder de este país (que gozan viendo padecer penurias a los animales en nombre de Dios y del “arte” taurino) tienen el poder suficiente para hacer pasar estas matanzas como espectáculos culturales y no pagar impuestos al Estado. Tienen los recursos necesarios para pagar publicidad en espacios radiales y televisivos promocionando su violento espectáculo en donde la gente acude morbosa a ver torturas y violencias innecesarias en contra de animales asustados que solo salen a defenderse.
En contra de ellos, es poco o nada lo que un estudiante de derecho, amante de los animales y de escribir puede hacer. Muy probablemente es poco lo que usted amigo lector(a) puede hacer también. Solamente no guarde su melodiosa voz de protesta la próxima vez que escuche a algún despreciable intentar justificar esta barbarie. No se calle ni les permita balbucear medievales frases que exhortan la violencia y la agresividad (pues recuerde que esos “valientes” se valen de mil torturas previas para poder enfrentar en grupo a un pobre animal que no quiere estar ahí).
Cachetéelos con la planta del pie, si escucha a estas bestias intentar justificar sus matanzas apelando a sus hábitos alimenticios, pues a diferencia de ellos usted no mete un pollo vivo a la licuadora para preparar un ají de gallina (mucho menos disfruta y grita como un baboso(a) “Ole” cada vez que la cuchilla de la licuadora da vuelta).
Por último, pida a su Dios (que es el mismo independientemente de la religión que uno profese) que tome cartas en el asunto y retire su nombre de estos festivales sangrientos que tan mala publicidad le hacen en la tierra. De hecho, el Dios católico conmigo ya esta perdiendo un fan.
